Si el Centro Cultural Casa de Vacas ha sido en otros tiempos plataforma de lanzamiento de mu- chos artistas que luego con el tiempo entraron a formar parte integral de la historia del arte español, en este caso, abre sus puertas a una artista con una obra consolidada que ha recorrido múltiples caminos, siempre cercanos a los movimientos más innovadores del arte contemporáneo que gira alrededor del tapiz, esa pieza que tiene el poder de concentrar en un mundo aparte toda la historia. Esta artista tejedora es, según la crítica, una de las más grandes en el mundo y lo es gracias a que una vez que encontró su camino decidió que dedicaría toda su vida a él. Y a si lo ha hecho. Olga de Amaral ha sido investigadora, artista, tejedora, maestra, gestora de grandes ideas que como sus tapices se han concre- tado en obras tangibles, ha participado activamente en los movimientos de vanguardia cultural en su país y transitado por el corazón de la historia de la tapicería contemporánea en la que tiene un lugar primordial. Que la obra de Olga de Amaral llegue a Madrid en este momento tiene muchas connotaciones intere- santes. Para nosotros, la de presentar en este centro una artista con una obra con una intensa proyección internacional que ha sido apreciada desde Belén hasta Santa Fe en Nuevo México, desde Tokio hasta Was- hington, Nueva York o San Francisco, o desde Lima, Buenos Aires y México hasta Angers, donde presentó, en el Museo de la Tapicería contemporánea, una retrospectiva de sus tapices. Por otro lado, los tapices de Olga de Amaral llegan a Casa de Vacas en uno de los momentos más inte- resantes de su historia. Hoy, el Parque del Buen Retiro es escenario de encuentro de millares de personas de todo el mundo que comparten la esperanza de encontrar en Madrid nuevas oportunidades. Cientos de ellas son latinoamericanos o latinoamericanas que directamente o a través de sus padres o abuelos han vivido el tejido como una práctica diaria que exalta los valores de su cultura, a la vez que los ayuda a mantenerse vivos pues cuando se teje, de alguna manera, se da vida a algo pero también a uno mismo. Olga de Amaral, como lo señala “Historia crítica”, es la tejedora que ha pasado por mayor variedad de manejos y reciclajes de técnicas. Esto significa que ha penetrado en las ancestrales tradiciones del tejido en las que se encuentra, de alguna manera el pasado americano. Finalmente, la llegada de la obra de Amaral a Casa de Vacas hace alusión directa al espacio que la acoge. Estos jardines también son un tejido que nos obliga a mantenernos despiertos permanentemente, un tejido de diálogos que se arman y se desarman, y de historias que se cruzan y se separan día tras día, y Casa de Vacas, es un espacio de la memoria que ha sido intervenido en esta ocasión casi en su totalidad para esta ex- posición pues se trata de provocar que a su paso, el visitante encuentre la unidad de una obra que contiene, entre otras tantas riquezas, tradiciones tan ancestrales como la del oro colombiano, y que, de alguna manera, es una alegoría al tiempo, una metáfora de la vida y una representación de una cultura tan sólida, como cada uno de los tapices a través de los cuales Olga de Amaral nos invita a dialogar con lo que somos y soñamos. — L u i s A s ú a B r u n t Concejal Presidente del Distrito de Retiro 4
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